La bruja despistada.
de María Luisa de Francesco
Se llamaba Filomena pero los amigos, no tenía casi ninguno, la llamaban Filo. Era bruja desde chiquita, nació bruja porque su mamá y su abuela también lo fueron, famosas habían sido.
Apenas nació Filomena le regalaron un búho, un gato negro y dos sapos enormes para que comenzara cuanto antes de hacer diabluras y picardías. El padre de Filomena que era un señor muy serio, le regaló su primer libro de magia. Y le enseño a leer desde pequeña.
Filomena aprendía rápido, así que rápido también comenzó a hacer locuras: transformaba la leche en caramelo líquido y se le picaban los dientes. Se quedaba hasta el amanecer leyendo y confabulando y llegaba tarde a la Escuela de Brujería.
Así creció Filomena y se hizo señorita, pero en la fiesta de sus quince no estuvo, se olvidó de su cumpleaños porque andaba atrás de un sapo que ella aseguraba era un príncipe. La madre y la abuela dejaron de hablarle: habían invitado a media ciudad de brujas al cumpleaños, magos y hechiceros también. Filomena se dio cuenta a los veinte años que desde hacía cinco años no hablaba con su madre y su abuela.
Demasiado tarde Filo, le dijo su papá, hasta ahora te hemos consentido todo pero dejarnos así de mal con tantos invitados…No puede ser.
Tengo una idea maravillosa, - dijo ella-¿por qué no me festejan los veinte que ya faltan solo dos días?
¿Hacerte otra fiesta?- pregunto el señor serio que era su padre-¿invitar otra vez gente importante?
Claro, sí papaíto- le dijo zalamera -¿No ves que no puedo vivir peleada con ustedes?
Vamos a pensarlo.- dijo su papá.
Pero el padre estaba contentísimo porque no le gustaba estar enojado con su hija. Además su mujer y su suegra, le daban dolor de cabeza. Y se puso a organizar semejante fiesta. La abuela y la madre, enojadísimas le advirtieron:
Esta chica se olvidará de la fiesta
¿No pueden hacer algo para que no la olvide?- preguntó el hombre muy afligido.
Hacer algo…- se miraron madre e hija- claro, algo haremos.
Se inventaron un conjuro que cada hora repetían:
Alas de murciélagos, cuervo y lechuzas
Filomena no puede olvidarse que es bruja
Espinas y alas y plantas de lechuga
Que no se olvide o la hacemos espuma
Así dijeron y cantaron, entonaron una marcha con toda la cofradía de brujas y magos hasta el final del día para intentar recordarle a Filo que debía asistir a su fiesta y recordar que era toda una bruja.
A las 9 campanadas del reloj brujero, que en lugar de pájaro cucú tiene un búho cabezón, apareció Filomena hecha un desastre, sin peinar, con el vestido arrugado y manchas de barro en los zapatos.
En un dos por tres abuela y madre, madre y abuela la pusieron de punta en blanco, esto es un decir porque a las brujas no les gusta el blanco, pero le pusieron un lindo vestido, un buen par de zapatos y un hermoso sombrero de bruja.
Todos aplaudían a Filomena, la fiesta había comenzado. Todos comían y brindaban pero por lo bajo, murmuraban porque Filomena no hablaba, no sonreía, no se la veía feliz. Comenzó el vals y su papá la sacó a bailar, bailaron y giraron hasta que un sapo se paró en la puerta y Filomena sin poder contenerse salió del centro del salón buscando al sapo que saltaba y saltaba por arriba de las mesas.
Culebras y víboras
vidrios y ventanas
Que este sapo se haga
¡Banana!
Así gritaron a dúo abuela y madre. Y sobre una mesa apareció una banana amarilla y madura. No pudieron impedir que Filomena la comiera.
No puede ser- decía la brujita despistada- que maldad, me han convertido a mi príncipe sapo en una banana.
Un rato más tarde apareció un nuevo invitado, era un mago muy joven que hacía poco tiempo vivía en la zona. Al verlo el corazón de la bruja despistada latió con fuerza. Se le acercó y lo invitó a bailar un vals. El mago bailaba muy bien y pronto se encontraron girando y girando al compás de la música. Madre, abuela y padre en silencio. Los invitados miraban y comían, comían y miraban.
Al final del vals, sólo por complacer a Filomena el mago la corrió y ella tiró un zapato de bruja en el camino, él lo recogió y le dijo que al otro día la iría a buscar.
Filomena lo esperó encantada. El mago llegó al día siguiente. Le probaron su zapato y gritó de alegría cuando le quedó bien.
Después dijo que se quería casar con el mago, que irían a vivir en una pequeña casita en el bosque y que su abuela le llevaría manzanas envenenadas.
Madre y padre sonríen ante la hija despistada que se cree princesa de cuentos. La abuela promete llevar las manzanas.
Pero primero hay un gran casamiento, todo el mundo invitado. Tiran miles de fuegos artificiales y Filomena insiste: quiere vivir en una casita en el bosque. Allá van madre y abuela a hechizar el bosque para que aparezca la casita deseada.
Y ahí anda Filomena y su esposo el mago, ella corriendo con una caperuza roja y el aullando como lobo, después de jugar, se ríen mucho y siguen jugando a otro cuento en otro lugar.
Orejas de conejos
Cuervos y hechizos
Aquí el cuento
¡Se deshizo!